Cuando un grupo de hackers a fines de los ‘70 desarrolló técnicas de criptografía avanzada que habían copiado del Ejército de EE.UU., y diseñó programas que garantizan la privacidad de las comunicaciones por Internet, el gobierno de EE.UU. puso esos programas en la lista de productos con restricciones para la exportación. Sacarlos del país según estas leyes implica un delito del mismo calibre que el tráfico de armas nucleares. La difusión vía Internet de estos programas de criptografía,
gratis y con código abierto, logró que se convirtieran en un standard de seguridad en todo el mundo. Este sería otro rasgo a tener en cuenta, el de la iniciativa personal, la autogestión de proyectos que partiendo de necesidades personales o locales, luego terminan beneficiando a la sociedad en general. Paradigma de esto es el caso de Linus Torvalds, el hacker finlandés que en 1991 empezó a programar un sistema operativo tipo Unix para usar en la PC-386 que tenía en su casa; un proyecto que con el tiempo se convertiría en Linux, el sistema operativo de distribución gratuita que hoy usan millones de personas.